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El LADRON DE MACETAS

un Cuento de
Buisson Susana





 A simple vista era un hombre común, su cabello algo ralo bastante gris, bastante corto, y su cara, siempre prolijamente afeitada, le daban un aspecto amable. Su modo de andar era enérgico, pero si lo mirabas bien en su postura podía leerse el cansancio y la tristeza se asomaba en el fondo de sus ojillos grises. 

Nadie le prestaba demasiada atención, apenas la suficiente como para notar su ausencia las escasas veces que lo estuvo en esos veinte años que llevaba siendo parte del paisaje del vestíbulo del edificio de la calle San Juan.

 
Pocos conocían algo de su vida personal pero podría deducirse por el grueso anillo de oro en su mano que era casado. Tambien por la edad que aparentaba podrían decir que era jubilado, y algo en la pulcritud de su aspecto daba indicios de que supo conocer tiempos mejores. 

Al trabajo llegaba todas las mañanas en una motocicleta Vespa color gris que supo tener mejor pintura y que ocasionalmente le regalaba una buena conversación, porque alguno que otro de los habitantes que deambulaban diariamente por su pequeña y destemplada oficina, podían ver detrás del deterioro la belleza de un clásico que era imposible no valorar. 

Algunos le habían ofrecido comprarla por muy buenas sumas pero nunca aceptó, por más exhorbitantes que fueran los números sus ojillos grises resplandecían mientras se negaba, siempre cortesmente, a desprenderse de su fiel compañera, tal vez recordando épocas en que lo había llevado mucho más lejos que a su casa en las afueras. 

Su figura delgada y atlética atestiguaba de ello y le daba un aspecto bastante juvenil tambien, pero la verdad es que el Sr Kang en más ocasiones de las que quisera era maltratado por inquilinos pedantes que lo creían una especie de mayordomo para sus caprichos, razón por la que muchas veces fue implicado en tareas desagradables como sacar basura o acarrear cajas pesadas de mudanzas que cualquiera notaría no era una actividad adecuada para alguien de su edad, porque a simple vista se notaba que pasaba de los sesenta años. 

El día que la noticia salió en el diario, relatando el escándalo de la pareja encontrada muerta en aquella casa, ambos sentados frente al ventanal de la sala, nadie pensó que se tratara de él. 

"La policia devela detalles del misterioso vecino que terminó siendo un ladron de macetas" 
rezaba el titular del diario local de internet, y bajo este una fotografía algo extraña e inesperada mostraba el interior de una casa, todo absoluta y completamente arrasado por el verde de hojas de hiedra y plantas. 

Amaia, la hija de los quisquillosos dueños del mejor departamento del edificio, esa mañana lloraba sin consuelo. 

En realidad estaba furiosa al escuchar a sus padres hablar tan insensiblemente del Sr Kang sin saber nada. Ella había conocido ese lugar que le parecía completamente maravilloso hacia dos veranos, cuando, luego de insistir en regalarle un ventilador para su insufrible oficina, él lo habia aceptado pero con la condicion de darle algo a cambio, y quedaron que al día siguiente  debía acompañarlo para buscar su regalo. 

La Sra Kang les sonrió desde su silla frente al ventanal cuando llegaron. Era una casa sencilla en las afueras, con ventanales amplios, evidentemente remodelados en aquella estructura antigua. 

La galería a un costado, que antiguamente debió ser un garage, estaba completamente cubierta de plantas de todo tipo, en macetas colgantes y esparcidas de manera que simulaban pasillos y cubrían casi toda la pared. 

Era una belleza. 

Eso era la vista que se podía apreciar desde la ventana donde ella estaba sentada con una manta color crudo cubriendo sus piernas. 

La sala tambien era una enorme habitación verde, con enredaderas y plantas florecidas en los rincones, daba la impresion de estar al aire libre. La casa, ubicada en uno de los barrios de la colina, se encontraba al final de la calle por lo que también ademas de la maravilla de las flores, desde ese ventanal podia observarse una parte de la ciudad . 

Amaia vio esa maravilla florecida y no cabia en si del asombro. 

Esa tarde  mientras recorrian la galeria el Sr Kang le contó su historia, su esposa tenia ELA (esclerosis lateral amiotrofica) y sabia que ya no habia mucho que hacer de aqui en adelante, tal vez le quedara un año o dos... asi que habia convertido su casa en el jardin que ella tanto añoraba de la casa en que pasaron sus mejores años. Ya no tenian dinero despues de pagar todos esos tratamientos que fracasaron y en su desesperación habia decidido tomar prestadas de las casas del barrio donde habia muchas, una maceta, y traerla aqui. 

—Si te fijas cada una tiene un letrero—le habia dicho, a modo de confidencia esa tarde y pensó que era para identificar que tipo de planta era pero no, en cada una maceta habia un letrero con la calle, el número y el departamento al que pertenecia. — cuando ella se haya ido las devolveré, simplemente no puedo dejar que su vida termine asi, encerrada en este cuarto, sin nada bello que le recuerde lo feliz que fue con sus plantas. Necesito verla sonreir cada dia, o al menos verla contemplar algo y que sus ojos brillen, ven te mostrare algo. 

Amaia asintió y se dejo guiar, era la hora del crepusculo y siguió los pasos agiles del señor Kang hasta la sala, lo imitó al tomar una silla de la mesa del comedor y acomodarse al lado de su esposa frente a la ventana. 

El sol estaba desapareciendo detras del horizonte en la ciudad, el cielo todo teñido de naranjas y dorados, los ultimos rayos resistiendose a irse, acariciando los cristales del ventanal, coloreaban la cantidad desmsurada de plantas afuera en la galería enmarcando una imagen mágica.

 La sra Kang se volvió hacia él con ojos brillantes y Amaia lloró de emoción. 

Susana Buisson - V Mundial de Escritura- Agosto 2021

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