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La aventura de la masajista

un Cuento Policial de
Zas Gabriel Marcelo





           Tandil es una ciudad pequeña que está anclada en el centro de la provincia de Buenos Aires, y como todo pueblo chico, cualquier cosa que allí sucede se sabe enseguida. De esta manera fue como en menos de una hora la ciudad entera estaba al tanto de la repentina desaparición de la señorita Miriam Torralba. A su vez, hacía cuatro días que el señor Antonio Cibelli, otro destacado vecino de la ciudad de Tandil, estaba desaparecido, aunque según las primeras apreciaciones de la Policía local, ambos casos no tendrían conexión aparente entre sí.
Y por si fuera poco, la señorita Liliana Guerrero, la masajista del pueblo a la que todos adoraban, fue terriblemente asesinada por el señor Saúl Rémora, un asiduo paciente suyo que estaba perdidamente enamorado de ella, pero que a la señorita Guerrero no le correspondía. Y cansado de ser insistentemente rechazado, y ante la inesperada noticia de un romance que ella habría comenzado con alguien de la zona, decidió tomar cartas en el asunto y actuar, impulsado por un sentimiento irrefrenable de enojo y celos sórdidos y enceguecedores.
El día del asesinato de la señorita Liliana Guerrero, el señor Rémora la fue a visitar a su consultorio, simulando rendirse ante sus reiterados rechazos, fingiendo condescendencia, entendiendo la situación y encubriendo sus verdaderas intenciones. Ella pareció mostrarse gratamente sorprendida al respecto, pero lo tomó muy bien. Incluso, para mostrarle al señor Saúl Rémora que no existía rencor alguno entre ellos, la señorita Guerrero lo invitó a tomar algo a su casa. Ese fue el caballito de Troya para él. Cuando la masajista bajó la guardia, él le asestó un golpe a traición con un objeto romo en la nuca que la mató instantáneamente.
El señor Rémora desfiguró su rostro para evitar que reconocieran el cuerpo y lo trasladó en su camioneta hasta las sierras, un lugar bastante sinuoso, donde lo abandonó a la intemperie. Fue encontrado unas horas más tarde por dos turistas que paseaban casualmente por la zona. No obstante, el cadáver fue reconocido positivamente por su madre, la señora Norma Lemos, por las prendas que llevaba puestas. La pobre mujer estaba desecha en llantos y tuvo que ser asistida por una descompensación que sufrió minutos después de abandonar la morgue del hospital local.
Los oficiales que intervinieron en el caso desde un comienzo, dieron con el señor Saúl Rémora relativamente rápido, quien confesó en detalle el homicidio sin reparos ni remordimiento alguno.
Pero todavía restaba averiguar qué pasó con la señora Miriam Torralba y con el señor Antonio Cibelli, que aún permanecían desaparecidos. Y un dato que no era menor. El señor Cibelli era paciente de la señorita Guerrero. Y parece que estaba muy al corriente del acoso que ella sufría diariamente por parte del señor Rémora. Un asesinato y una desaparición, en principio, que convergían simultáneamente en un contexto de dudosa credibilidad.
El mayor inconveniente que se presentaba era que la Policía de Tandil carecía de los recursos necesarios para diligenciar una investigación de tal magnitud, lo que resultaba un contratiempo devastadoramente relevante. Lo poco que pudo hacer fue cerciorar que el señor Cibelli vivía solo y que su vida estaba asegurada por una suma sideral.
Por el lado de la masajista, la señorita Liliana Guerrero, la poca información que pudo reunir la consiguió a través de su madre, la señora Norma Lemos, cuyos datos aportados no evidenciaron ninguna incongruencia en su vida personal.
Lo siguiente que hizo la Policía local de Tandil fue solicitar ayuda a la Policía Federal. El capitán Riestra estuvo al frente de la investigación. Pero no llegó solo, sino en compañía del afable caballero irlandés, el inspector Sean Dortmund.

                                                                                                                             ***
Inmediatamente después de ponerse al corriente de los acontecimientos suscitados y de los datos recopilados hasta el momento, el inspector examinó exhaustivamente la zona de las Sierras de Tandil, en donde fue hallado el cuerpo de la señorita Guerrero.
_ ¿ Y aseguran los agentes que trabajaron en el lugar que el cadáver de la pobre señorita Guerrero fue desfigurado, correcto?_ preguntó Dortmund al cabo de unos minutos.
_ Así es_ ratificó en conformidad, el capitán Riestra.
_ ¿Quién reconoció el cuerpo?
_ Su madre, la señora Norma Lemos. La reconoció por la ropa que llevaba puesta.
_ ¿Por ningún otro detalle más?
_ En absoluto, Dortmund. ¿ En qué está pensando, concretamente?
_ No se precipite capitán. Todavía en nada.
_ Como si no lo conociera para preguntárselo.
_ Dígame una cosa más. ¿Cuándo desapareció la señorita Miriam Torralba exactamente? ¿Pudo averiguarlo como le pedí que lo hiciera?
_ Obviamente que lo hice._ fanfarroneó exageradamente._ De dos a tres días atrás, según la información que me proporcionó el comisario local.
_ Muy interesante. ¿No lo cree así usted también, capitan Riestra?
_ ¿A qué se refiere puntualmente?
_ Al simple hecho de que cuerpo de la señorita Liliana Guerrero apareció poco después de la desaparición de la señorita Torralba. Curioso, ¿no le parece?
_ Lo curioso es que se trata de una simple coincidencia, inspector. El señor Saúl Rémora ya confesó el asesinato de la masajista con lujo de detalle. Son dos casos totalmente distintos.
_ ¿Y qué puede referirme sobre la desaparición del señor Antonio Cibelli, capitán Riestra?
_ Lleva extraviado hace una semana aproximadamente. Asiduo paciente de la señorita Guerrero.
_ Otro punto en común entre los tres casos.
Riestra  miró a Sean Dortmund con absoluto desentendimiento. Pero el inspector lo pasó por alto.
_ ¿Dónde fue visto por última vez antes de que desapareciera?_ continúo indagando.
_ Según la información recabada_ repuso Riestra,_ desapareció en algún punto del trayecto que va desde su casa hasta su trabajo.
_ ¿Cuál es la distancia que existe entre ambos puntos?
_ No más de 3 kms.
_ Bien. Ahora que cuento con los elementos suficientes, puedo permitirme elaborar una teoría al corriente de los tres hechos, que estoy seguro, es acertada. Pero para confirmarla necesito que me conceda dos cosas, capitán Riestra.
El capitán lo miró atónito.
_ Entrevistarme cuanto antes con el señor Rémora y que me consiga los avisos clasificados de los principales diarios de la ciudad de por lo menos los últimos cinco días.
_ A lo de Saúl Rémora le veo sentido_ adujo el capitán con evidente asombro._ ¿Pero, cuál es la finalidad de los avisos clasificados?
_ Todo a su debido tiempo, capitán Riestra. Le ruego que por favor no sea impaciente.
_ ¿Alguna otra cosa más?_ inquirió el capitán, resignado.
_ Nada más por ahora. Acá ya terminamos.
Esa misma tarde, Riestra le llevó a Sean Dortmund todos los diarios solicitados, aún sin comprender el propósito de tal petición. El inspector se lo agradeció gentilmente y le rogó que lo dejaste solo. Después de unos extensos minutos de revisar minuciosamente todos los avisos clasificados, el inspector encontró el que estaba buscando. Sonrió satisfactoriamente, lo marcó con un bolígrafo, se lo guardó en uno de los bolsillos de su saco, y sin pérdida de tiempo alguna, se dirigió a entrevistarse con el señor Rémora.

                                                                                                                                           ***
El inspector Dortmund estaba sentado a solas, cara a cara con el señor Saúl Rémora, en un habitáculo diminuto de la Comisaría Regional de Tandil.
El sospechoso exhibía un talante indiferente y Dortmund lo imitó, sin sacarle la vista de encima. Mantenía una mirada firme y penetrante, cuya intención era producirle al señor Saúl Rémora un sentimiento de intimidación incómodo o alguna emoción que despertara en aquel una sensación estrechamente similar. Pero a diferencia de eso, lo único que consiguió fue que el señor Rémora lo observara sostenidamente a los ojos, surcando en sus labios una sonrisa irónica y golpeando los dedos de su mano suavemente sobre la mesa a ritmo constante. Sin embargo, Sean Dortmund no pareció preocuparse en lo más mínimo. Él también se dispuso a sonreír con petulancia e impertinencia. Después de un largo rato en silencio, el inspector extrajo de su bolsillo el aviso clasificado en cuestión, lo apoyó en el centro de la mesa y lo empujó sutilmente con el dedo hacia el señor Rémora. Aquel lo hojeó por encima, sin inmutarse, mientras el inspector ostentaba una actitud arraigadamente exultante y soberbia.
_ ¿Sabe lo que es esto, señor Rémora?_ lo interrogó al fin.
_ Por lo que veo, es un aviso clasificado de un diario_ repuso Saúl Rémora con lascivia.
_ Es más que eso. Es una solicitud de empleo para un puesto administrativo en un consultorio particular. El consultorio de la masajista, el consultorio de la señorita Liliana Guerrero. Corroboré la dirección, así que no se moleste en pensar ningún pretexto al respecto. Pero eso no es lo interesante del caso. Lo realmente interesante es que la postulante al cargo debía reunir obligatoriamente ciertas características físicas que se asimilaran indefectiblemente con la señorita Guerrero, porque el plan consistía en hacer una sustitución. ¿Voy bien hasta el momento, señor Rémora?
El aludido lo contempló despectivamente y con  desdén. Dortmund continuó con la disertación.
_ Y estoy completamente seguro que la persona que respondió a su anuncio fue precisamente la señorita Miriam Torralba, a quienes mataron e hicieron pasar por la señorita Guerrero. Mismo físico, misma talla de ropa, mismo número de calzado, mismo todo. Vestir su cuerpo con las prendas de la señorita Liliana Guerrero resultó extremadamente sencillo. Así su madre haría una identificación positiva sobre el cadáver de la señorita Torralba, confirmando que en verdad se trataba de su propia hija, que en verdad se trataba de la señorita Guerrero, y nadie sospecharía nada. Por eso fue necesario desfigurar el rostro.Y esta teoría derrumba por completo su confesión del crimen. ¿Tiene algo para decir, señor Rémora?
_ Sostengo mi declaración_ habló por primera vez, Saúl Rémora._ Me enamoré perdidamente de Liliana. Tomaba sesiones de masajes, aunque no las necesitara, exclusivamente para verla. Ella se dio cuenta pero se hizo la desentendida. No sé si porque no le interesaba yo como hombre o porque esperaba que yo tomara la iniciativa. Pero quería averiguarlo. Así que, junté valor y le hablé. Pero ella me rechazó vulgarmente. Le insistí, intenté disuadirla, pero no hubo caso. Me resigné, aunque sin darme por vencido. Estaba convencido que podía hacerla cambiar de opinión. Pero la vi coqueteando con él. Muchas risas, mucho jueguito, mucho acercamiento. Y no lo toleré. Así que, simplemente la maté y abandoné el cuerpo en las sierras.
_ ¿Por qué desfiguró el rostro del cuerpo de la señorita Guerrero?
_ Por compasión, quizás, no sé. Lo hice instintivamente.
_ Al contrario, señor Rémora. Yo creo que lo hizo para ocultar algo.
_ No voy a contradecirlo. Es su perspectiva de las cosas.
_ ¿Y quién era el supuesto hombre con el que vio coqueteando a la señorita Liliana Guerrero?
_ Antonio Cibelli. Iba a verla todas las semanas para sacarse el estrés que le producía el trabajo. Pero en realidad, iba para estar con ella. Cuánto cinismo, por Dios.
_ ¿Usted cómo sabe todo esto?
_ Liliana me habló mucho de él.
_ Los celos lo carcomieron gradualmente entonces.
_ Más rápido de lo que usted cree. Es inevitable sentirlos cuando se ama de verdad e imposible controlarlos.
_ ¿Amaba a la señorita Guerrero?
Saúl Rémora, por primera vez, se mostró sensible.
_ Demasiado_ confesó con estoicismo.
_ Supongamos que crea en su historia. ¿Qué pasó con la publicación en el diario? ¿ Y dónde está el señor Cibelli?
_ Liliana necesitaba una ayudante. Simple como eso. Se entrevistaron algunas mujeres con ella, pero ninguna la convenció, según me contó.
_ ¿Alguna de esas se trataba de la señorita Miriam Torralba?
_ Honestamente, no tengo la menor idea.
_ ¿Y el señor Antonio Cibelli?
_ Soltero, sin hijos ni familiares. Denunciaron su desaparición los propios compañeros de oficina. Incluso, uno de ellos, estuvo preguntando por todo el pueblo si lo habían visto.
_ ¿Cree que su desaparición esté vinculada de alguna manera con la desaparición de
la señorita Torralba?
_ Es un trabajo averiguarlo, inspector.
_ Usted mata a la señorita Guerrero y al mismo tiempo, se deshace del hombre que se la arrebató. Mejor dicho, que usted considera que se le arrebató. Oculta muy bien el cuerpo de él, desfigura el de ella y lo abandona en las sierras. De esta forma, parecen dos casos totalmente aislados y sin relación aparente entre ellos.
_ Si usted realmente lo cree así, ¿Cómo justifica la desaparición de Miriam?
_ Ella fue testigo de su crimen, señor Rémora. La mató y oculto su cuerpo junto al del señor Cibelli.
_ Sin cuerpo no hay crimen. Suerte en probarlo.
_ No necesito probar nada. La verdad ya la sé. Es totalmente cierto que usted estaba completamente enamorado de la señorita Guerrero y ella se aprovechó de esa debilidad suya para urdir un plan criminal muy ingenioso. Sus víctimas eran hombres solteros, sin familia y sin responsabilidades. Pero altamente ricos o con pólizas de vida considerables. La señorita Guerrero es una mujer muy seductora y muy simpática. Y no ha de extrañar que todos sus pacientes le confiaran un sinfín de secretos íntimos en medio de una conversación que aparentaba ser inofensiva. De ese modo, ella dispone de la información suficiente para elegir a sus potenciales víctimas. Una vez elegidas, usted se encargaba de matarlos y ella se encargaba de robarles toda la fortuna mediante viles artilugios.
< Una vez reunida una suma de dinero considerable, la señorita Liliana Guerrero tiene que simular su muerte para huir cómodamente y sin ser buscada jamás con todo lo robado a sus pacientes. Y ahí es cuando entra en escena la señorita Miriam Torralba. Publican un aviso clasificado espurio en el diario, solicitando una mujer joven que reúna las mismas características fisiológicas que la señorita Guerrero. La señorita Torralba es quien responde al anuncio. Usted y la señorita Guerrero juzgan que la señorita Miriam Torralba es idónea para sus propósitos y la asesinan. Le desfiguran el rostro para que cuando la Policía halle el cuerpo no advierta que en realidad no se trata de la señorita Guerrero, la visten con sus ropas y abandonan el cuerpo en las sierras de Tandil. Y arman una historia para contarles a la Policía cuando se descubra el cadáver, y que es la que usted nos vendió. Ella le promete que lo va a esperar y que todo va a estar bien. Pero en realidad, lo traiciona y se fuga con todo el dinero robado. Y usted asume la culpa por los dos. Visto de esta manera, ¿Por qué no hace usted lo mismo, señor Rémora?>
_ ¡Está bien! ¿Qué quiere que le diga? Tiene usted razón, inspector. En el patio de atrás del consultorio de Liliana van a encontrar enterrados todos los cuerpos de las víctimas, incluyendo el del señor Cibelli. ¿Contento?_ se quebró impulsivamente.  
Sean Dortmund meneó la cabeza en señal de conformidad y sonrió plácidamente satisfecho.
A la mañana siguiente, la Policía encontró un centenar de huesos, que según la reconstrucción forense, corresponderían a al menos doce cuerpos. Había que realizar un arduo trabajo en conjunto con el registro de personas desaparecidas para proceder positivamente a la identificación de las víctimas. Pero eso ya no era competencia ni del capitán Riestra ni de Dortmund. Su trabajo había terminado en ese punto.
El capitán lo elogió una vez más a Sean Dortmund por su indiscutible eficacia en la resolución del caso y lo invitó a tomar algo a un bar del pueblo antes de volver para la Capital en señal de gratitud.
_ Sáqueme de una duda, Dortmund_ dijo Riestra, una vez instalados en el bar, con dos vasos de whisky mediante._ ¿Cómo dedujo lo del aviso clasificado en el diario local?
_ Fue sencillo_ repuso el inspector, con excedida jactancia y dándose importancia._ Un rostro desfigurado de una persona que fue asesinada responde a un solo y único propósito: esconder su identidad. Eso me sugirió inmediatamente que el cadáver que estaba frente a nosotros no era el de la señorita Guerrero, sino el de alguien más. Se deducía que ese alguien más se trataba de la señorita Torralba ya que desapareció unas horas antes que se produjera el crimen. Y la señorita Miriam Torralba tuvo que llegar a la señorita Guerrero y al señor Rémora de alguna manera concreta. Más, si a eso le sumamos el hecho de que la persona que buscaban tenía que tener rasgos fisiológicos muy concretos. ¿Y cuál es la manera  más adecuada de buscar gente hoy en día, más en un pueblo chico como Tandil?
_ Mediante un aviso clasificado en el diario.
_ En los principales diarios locales de distribución masiva, mi querido capitán.
_ No se diga más, Dortmund. Brindo por su brillante y privilegiada mente.
Ambos chocaron sus vasos en el aire.
                                                                                                                                              ***

En algún otro lugar apartado del planeta, Liliana Guerrero se había instalado en un cómodo monoambiente, enclavado en medio de un pueblo de pocos habitantes, y radicó ahí mismo nuevamente su consultorio. El anuncio del diario era claro: "¿Tuviste un día complicado? Masajes descontracturantes para aliviar toda la tensión y el estrés que la rutina del día a día acumula en nuestro cuerpo. No dudes en consultarme. Liliana Guerrero, masajista profesional matriculada".
Estaba a la caza de nuevas víctimas para empezar todo otra vez.
   
   

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