un Cuento Policial de
Zas Gabriel Marcelo
_ ¿Mabel, estás bien?_ preguntó Jorge Nuero, su esposo, mientras golpeaba sutilmente la puerta de su habitación.
_ Sí, querido, estoy bien. No te preocupes. No es nada_ respondió ella con aire tranquilizador.
_ ¿Segura? Como te escuché quejarte._ Te digo que no es nada. Ahí salgo.
De repente, Mabel Funes exhaló un grito ahogado y seco, que duró apenas unos segundos y atrás le siguió el silencio.
_ ¿Mabel, estás bien? Contestame_ insistió su marido, inquietantemente.Pero ella no respondió. En menos de un minuto, todos los integrantes de la casa estaban reunidos frente a su habitación, preocupados y exaltados. Ante las constantes insistencias sin respuesta alguna, el señor Nuero decidió tomar la llave del cuarto y abrir. La escena que él y el resto contemplaron seguidamente fue espantosa. Mabel Funes yacía recostada boca arriba sobre su cama con un disparo en la frente. Triana Nuero, su hija mayor, gritó efusivamente lívida de horror y tuvieron que alejarla. El señor Nuero despejó el área y trató de impartir calma, aunque dadas las circunstancias, resultó una labor inútil. Sin nada más que hacer, dio aviso a la Policía.
***
_ ¿Dice, señor Nuero, que usted intercambió algunas palabras con su esposa antes de que la mataran? ¿Entendí bien?_ indagó el capitán Riestra, escéptico, mientras Sean Dortmund examinaba la escena rigurosamente y en silencio.
_ Es así como le digo_ espetó el señor Nuero._ La escuché quejarse, me acerqué para saber qué le ocurría, me dijo que no era nada y entonces… gritó…_ se calló abruptamente y le costó continuar. Pero hizo un esfuerzo y prosiguió con el relato.
_ Le hablé pero no respondió _ agregó. _ Me impacienté, y como yo guardo una copia de la llave de su cuarto, abrí y…
_ Entiendo, señor Nuero_ interrumpió prudentemente el capitán._ ¿Ustedes dormían en habitaciones diferentes porque estaban separados?
_ Nos habíamos tomado un tiempo, sí. Pero cada uno tenía llave de la habitación del otro por las dudas.
_ ¿Alguien más, aparte de usted en esta casa, tiene una copia de la llave de la habitación de la señora Funes?
_ Absolutamente nadie más._ El forense determinó que el arma utilizada para el asesinato es calibre 22. ¿Hay algún arma de tales características en esta casa?
_ No. La única arma que hay, y la conservo celosamente guardada, es un revólver calibre 40 para protección personal.
_ Vamos a necesitar examinarlo igualmente. Es procedimiento._ Está bien. Comprendo. Se lo entregaré enseguida.
_ ¿Quién más conocía sobre la existencia de dicho revólver, aparte de usted?
_ Todos saben de su existencia, capitán. Pero solamente yo tengo acceso. Es peligroso que esté al alcance de cualquiera.
_ ¿Y usted estaba al momento que pasó todo?
_ Resulta imposible, ¿no? Pero le digo que ella estaba sola encerrada en su cuarto cuando la mataron. Sé lo que le digo. No estoy loco. Hablé con ella unos minutos antes de que se desatara la tragedia.
_ Tuvo que haber visto a alguien entrar, salir…_ No. Insisto. Estaba sola y yo tuve que entrar usando la llave.
_ Seguramente, el asesino saltó por alguna ventana.
_ Imposible. Hay seis metros de altura hasta el patio. Las posibilidades de salir ileso de una caída semejante son muy exiguas.
_ Coincido con su reflexión, señor Nuero_ proclamó Dortmund, saliendo de la habitación._ Analicé la escena exhaustivamente y es imposible que alguien haya huido sin ser visto.
Además, es una alcoba con espacio muy limitado que descarta de plano la posibilidad de que el asesino se haya ocultado en algún rincón.
_ Detrás de la puerta, quizás _ sugirió Riestra._ Lo pensé, naturalmente, capitán Riestra. Pero no hay rastros que indiquen que alguien se haya escondido allí. Créame, examiné toda la habitación hasta el último detalle_ refutó el inspector Dortmund._ Ignoro por completo de qué manera pudo escabullirse el asesino de una forma tan limpia y espectacular.
_ ¡Esto es inconcebible!_ Eso es todo por el momento, señor Nuero. Reúnase con su familia, que lo necesitan.
_ ¿Cuándo podremos abandonar la casa?_ inquirió el señor Nuero.
_ Cuando demos por concluida las pesquisas_ replicó Riestra con autoridad.
_ Espero que sea lo antes posible. Mis hijas y yo queremos hacer el duelo en paz. Con permiso.
Y bajó las escaleras, desapareciendo lentamente de la visual de los dos hombres. Cuando la figura del señor Nuero desapareció definitivamente, Riestra tomó la palabra.
_ ¡Vamos, Dortmund! Dígame realmente lo que piensa sobre este caso. ¿O me va a decir que estamos frente un misterio idéntico al del Cuarto Amarillo, pero en la vida real?_ musitó el capitán con renuencia.
_ Mi estimado capitán_ proclamó el inspector con cierto apego._ Hasta ese caso dispone de una solución lógica y razonable.
_ Sí, ya sé. La víctima se hizo las lesiones ella misma inconscientemente porque estaba atrapada en una terrible pesadilla en la que creía que peleaba con alguien y que ese alguien la quería matar. Pero usted y yo sabemos que esa no es la cuestión en este caso, ¿o sí Dortmund?
_ Ciertamente que no, capitán Riestra. Pero, al igual que ese caso de ficción, este de la vida real también dispone de una solución lógica y razonable.
_ Lo dice como si fuera fácil encontrarla.
_ Puedo garantizarle que la respuesta a este dilema es mucho más sencilla de lo que las circunstancias la hacen parecer.
_ Yo lo veo todo muy oscuro y lejos de resolverse en lo inmediato.
_ ¿A qué hora estima el forense que se produjo la muerte de la señora Funes?
_ Entre las 15 y las 17 horas.
_ El señor Nuero dio aviso de la muerte a las 17:15.
El inspector Dortmund estaba sumamente reflexivo.
_ Encaja con su relato_ confirmó el capitán Riestra.
_ No dije lo contrario. Es otra cosa en lo que estoy pensando.
_ ¿En qué?
_ En una diferencia horaria bastante más amplia.
_ No lo comprendo, Dortmund.
_ Ya lo comprenderá. Créame.
***
Triana Nuero era una joven muy hermosa, de cabellos rubios y mirada destellante. Pero su belleza estaba opacada por el dolor que la embargaba por lo ocurrido con su madre.
_ Mamá y yo éramos muy cercanas_ comentó la señorita Nuero, compungida.
_ Es su calco exacto_ comentó Riestra, distendidamente.
_ Todos nos decían lo mismo.
_ ¿Dónde estaba alrededor de las 17, cuando ocurrió el crimen?_ indagó Sean Dortmund, con mucho tacto y compasión.
_ En el living. Estaba hablando unos temas personales con Olivia, mi hermana menor. Ella se lo puede confirmar.
_ ¿Y estuvieron toda la tarde en su casa?
_ Yo llegué tipo 16:30 del trabajo y Olivia no hacía mucho que había llegado de la Facultad.
_ ¿Escuchó cuando su padre golpeaba la puerta de la habitación de su madre?
_ Lo oí, sí. Oí muy por encima que ella le contestaba algo porque desde abajo no se puede tener mucha precisión de las cosas que los demás murmuran arriba.
_ Eso no tiene importancia. Importa que haya confirmado que oyó a su padre intercambiar unas palabras con su madre.
_ ¿No sospechará…?
_ ¿De su padre? En absoluto. Al contrario, tengo una doble sospecha que por el momento, es mejor no compartirla. Despreocúpese, no tiene importancia.
_ ¿Cómo tuvo conocimiento de lo que había sucedido?_ preguntó fríamente Riestra.
Sean Dortmund lo miró con desaprobación.
_ Lo escuché a mi padre gritar y desesperarse. Nos alarmamos y subimos enseguida a ver qué ocurría. Yo fui la primera que…
_ Está bien, no es necesario que continúe. Ha sido de gran ayuda, señorita Nuero. Puede retirarse. Muchas gracias.
_ ¿La dejó ir sin preguntarle sobre los problemas que el señor Nuero y la señora Funes pudieran tener como pareja?_ indagó sorprendido Riestra, una vez que ambos volvieron a estar de nuevo solos.
_ No podía seguir interrogándola_ fustigó Dortmund_ porque usted no tuvo piedad de ella en la manera de preguntarle cómo se había enterado de lo ocurrido.
_ Perdón por hacer mi trabajo.
_ No es lo que dijo, sino la forma en que se lo preguntó. Olvídelo, capitán.
_ Bueno. ¿Qué es eso de la doble sospecha que dijo recién?
_ Una muy particular que no recae sobre dos personas, sino sobre dos eventos. Y uno de esos eventos me fue confirmado con la declaración de la señorita Triana hace un momento.
_ No me ofendo si me pone al tanto, Dortmund.
_ El caso está casi resuelto. Voy a buscar a la señorita Olivia Nuero para interrogarla. Usted cerciórese por favor si sus hombres encontraron el arma calibre 40 que se utilizó para dar muerte a la señora Mabel Funes y si se analizó el arma calibre 22 que el señor Jorge Nuero alegó tener en su poder.
El capitán fulminó a Dortmund con una mirada impiedosamente impertinente e impropia de un hombre de su altura y talante.
***
Olivia Nuero era apenas tres años menor que la señorita Triana, pero en apariencia parecía mayor. Era una joven dulce y de modales afables. Y aunque estaba devastada por lo sucedido, no se evidenciaba el dolor en su conducta.
_ Lamento profundamente su pérdida, señorita Olivia_ dijo Sean Dortmund con sentida sinceridad.
La muchacha movió tímidamente la cabeza en señal de gratitud.
_ ¿Dónde se encontraba al momento del incidente, si es tan amable de decírnoslo, señorita Nuero?_ interrogó susceptiblemente el inspector.
_ Estaba hablando con Triana_ respondió la joven, con la voz tenuemente resquebrajada._ Me estaba dando algunos consejos útiles de hermana mayor.
Soltó una inocente sonrisa. Dortmund se la retribuyó como todo un caballero.
_ ¿Recuerda el momento exacto en que sobrevino el drama?_ continuó interpelando el inspector.
_ Lo escuchamos a papá que estaba desesperado. Triana se levantó enseguida y yo me quedé abajo sin reaccionar inmediatamente. Estaba tratando de comprender qué ocurría cuando la escuché a mi hermana gritar. Yo me quedé paralizada. Y no fue hasta que vinieron ustedes que logré asimilar lo que había sucedido.
_ Es muy valiente. ¿Lo sabe, no?
_ Triana y papá me dijeron lo mismo. Ellos sólo quieren cuidarme.
_ Como usted los cuida a ellos.
_ Somos una familia muy unida, inspector. Nos cuidamos entre todos, siempre.
_ ¿Trabaja o estudia?
_ Estudio para contadora pública. Estoy en segundo año de la carrera recién, en la Universidad de Buenos Aires. No hacía mucho que llegaba cuando… Bueno, usted ya sabe.
_ La entiendo. Su hermana me lo dijo. ¿Cómo le está yendo?
_ Se puede decir que mucho mejor de lo que imaginaba antes de empezar a cursar.
_ La realidad siempre supera las expectativas.
_ No siempre, inspector.
_ Tiene mucha razón en eso, señorita Olivia. No siempre.
_ ¿Le va a pasar algo a papá?
_ ¿Por qué me hace esa pregunta?
_ Porque con mamá peleaban todo el tiempo.
_ Cuénteme. ¿Por qué peleaban la señora Funes y su padre?
_ Por todo. Hasta que mamá se cansó y se cambió de cuarto para estar lejos de él hasta que las aguas se calmasen un poco. Otra vez.
_ ¿Me está diciendo que no era la primera vez que la señora Mabel Funes se mudaba a otro cuarto ella sola para estar lejos del señor Nuero?
_ Efectivamente. Pasaban unas dos semanas, como mínimo. Hablaban, se arreglaban, ella volvía a la habitación con él y a los pocos días, lo mismo.
_ ¿Hacía mucho tiempo que estaban así?
_ Sí. Desde que yo tengo uso de razón, dos años mínimo.
_ ¿Discutían delante de ustedes?
_ Casi siempre trataban de evitarlo. Pero había excepciones. El que más lo sufría era Joaquín, nuestro hermano menor.
_ ¿Por qué lo dice, señorita Olivia?
_ Porque mis padres siempre descargaban su enojo sobre él inmediatamente después de cada discusión. Es el más vulnerable de todos. Mamá cada vez que le gritaba, se arrepentía al rato y le pedía disculpas.
_ Y dígame, señorita Olivia. ¿Estaba el señor Joaquín Nuero presente al momento del incidente?
_ Sí. Se fue corriendo a encerrarse a su habitación. La mucama está con él. Supongo que querrá hablar con ellos también.
_ Sí. Pero cuando sea más oportuno. No es urgente hacerlo en este preciso instante.
_ ¿Necesita algo más, inspector? Necesito descansar.
_ Por supuesto. Vaya tranquila. Y gracias. Fue de mucha ayuda. Se lo aseguro.
La joven sonrió casi por obligación y se retiró a su cuarto a descansar. Dortmund reflexionó sagazmente y corrió a reunirse enseguida con el capitán Riestra.
_ Balística no encontró el arma 22 que se utilizó para el asesinato. Pero ya ordené que analizaran la de calibre 40, que el señor Nuero nos proporcionó muy gentilmente. Aunque espero no encontrar nada significativo_ comentó Riestra.
_ Es muy conveniente_ susurró Dortmund.
_ ¿Perdón? No le entendí bien. ¿Qué dijo?
_ Nada, capitán Riestra. Olvídelo. Hay dos personas más en la casa, a las que debemos entrevistar. Joaquín Nuero, hermano de las señoritas Triana y Olivia, y la mucama.
_ Sí. La señora Ordoñez. Estoy al tanto.
_ Me gustaría que me acompañase a hablar con ambos, capitán Riestra.
_ Sólo si ya tiene una explicación de cómo se cometió el asesinato. Yo sigo sin entender cómo el responsable escapó de un cuarto absolutamente cerrado sin ser detectado.
_ La tengo. Ya sé todo, capitán Riestra. Pero es necesario hablar con ellos primero.
_ ¿Va a blanquearme la solución del caso o me va a tener esperando hasta el último segundo, como hace siempre?
Sean Dortmund lo miró con una impertinencia muy locuaz.
_ Tal como suponía_ se lamentó el capitán._ Ahí vamos de nuevo. Por lo menos, dígame que el asesino se llevó consigo el arma homicida, así no siento que todo este asunto es una imposibilidad absoluta.
_ Se equivoca también en ese punto, capitán Riestra. El arma jamás salió de esta casa.
_ ¿¡Qué!? Debe estar bromeando.
_ A decir verdad, es un mecanismo inteligentemente pensado. Pero muy previsible si se piensa en el caso muy detenidamente.
Riestra estaba furioso. Pero no hizo gala de sus sentimientos abiertamente.
Las entrevistas con la mucama de la familia, la señora Ordoñez, y el joven Joaquín Nuero fueron provechosas porque confirmaron algunas cuestiones relevantes, aunque sin agregar nada nuevo, excepto el hecho de que la señora Ordoñez había ido al supermercado alrededor de las 15:10 y había regresado recién poco antes del crimen. Y el joven Joaquín Nuero se pasó la mayor parte del tiempo en su habitación.
_ ¡Voila!_ fue lo último que atinó a decir el inspector Dortmund, triunfante y rozagante.
***
Jorge Nuero se estaba encaminando hacia su habitación, cuando se cortó la luz del pasillo abruptamente. Profirió una seguidilla de improperios interminables contra la compañía de suministro eléctrico mientras retrocedía para bajar de nuevo living, cuando extrañamente un destello irradió con todo su esplendor una figura femenina ataviada en una túnica blanca y con el semblante lívidamente pálido y blanquecino. El señor Nuero estuvo a punto de colapsar por el susto que se llevó cuando la figura comenzó a caminar lentamente hacia él.
_ ¿Por qué me mataste, Jorge, si yo te amaba?_ dijo el espectro, tétricamente.
_ ¿Mabel?_ preguntó el señor Nuero, totalmente asustado y descolocado por la situación.
_ Sí, Jorge. Soy yo. Soy Mabel. ¿Por qué me mataste? Decile a la Policía la verdad. Admití la culpa de lo que me hiciste.
_ No. Vos no sos real. Esto es un mal sueño, nada más.
_ Soy Yo, Jorge. Mabel.
_ Probamelo, si es así. ¿Cuál es tu nombre completo?
Jorge Nuero retrocedía mientras la figura avanzaba a paso lento hacia él.
_ Mabel Elizabeth Funes Alcorta.
Enloqueció. Así se llamaba ella realmente.
_ ¿Qué clase de broma es esta?_ cuestionó el señor Nuero, altamente alarmado.
_ Ninguna broma. Vos me mataste. Confesá, Jorge, confesá.
_ Vos y yo sabemos que eso es mentira, Mabel. Yo estaba con vos cuando te mataron.
_ ¡Mentís! Imitaste mi voz para que pareciera que hablabas conmigo para crearte una coartada delante de nuestras hijas, para que pensaran que vos no lo hiciste y que fuiste un testigo ocasional de mi muerte.
_ ¿Cómo creés que puedo hacer una cosa así, Mabel? Por favor, estás diciendo barbaridades.
_ Fuiste imitador durante muchos años en una varieté en calle Corrientes. ¿O te olvidaste de esa parte de tu vida ya? Tenés el don para hacer las voces que quieras y de quién quieras.
_ ¡Está bien! Fingí que hablaba con vos con esa tertulia. ¿Pero, y el arma? ¿Cómo explicas que te mataron con una 22 cuando yo tengo una 40?
_ Eso se lo puedo explicar yo sin ningún inconveniente, señor Nuero_ dijo Sean Dortmund, que emergió de la nada misma._ Adaptó el caño del arma para que disparara municiones calibre 22. Balística lo certificó.
_ Enciendan las luces_ ordenó el capitán Riestra._ Señor Jorge Nuero, lo arresto por el asesinato de Mabel Funes. Tiene derecho a permanecer en silencio y a un abogado.
Le colocó las esposas y se lo llevó detenido. Jorge Nuero estaba tan sorprendido e irritado a la vez, que apeló al silencio y sólo se limitó a escrudiñar al inspector hostilmente.
_ Gracias, señora Ordoñez. Su actuación de la señora Funes fue formidable_ le agradeció Dortmund a la mucama._ Dedíquese de plano al teatro. Le va a ir estupendamente.
_ No me hace sentir mejor_ repuso la señora Ordoñez, desilusionada, mientras se quitaba las prendas y el maquillaje._ Pero al menos sé que ayude a que el alma de mi señora pueda descansar en paz.
_ Admiro su devoción por la señora Funes.
_ Con permiso.
Y se retiró.
No fue fácil para ninguno de los tres hijos saber la verdad. Pero lo tomaron mucho mejor de lo esperado y pudieron seguir con sus vidas, atravesados sin dudas por la muerte de su madre. Recordarla con afecto era lo mejor que podían hacer.
_ ¿Cómo lo descubrió?_ indagó el capitán Riestra a Sean Dortmund, a las pocas semanas del hecho.
_ Las circunstancias en que se había producido el asesinato_ respondió Dortmund, con impertinente soberbia_ y el hecho de que encajaran perfectamente a la conveniencia del señor Nuero me hizo sospechar de él desde un primer momento. ¿El propio esposo de la víctima un testigo de ocasión de su asesinato en tan extraordinarias circunstancias? No. Definitivamente, no. ¿Pero cómo hizo para montar semejante escena y crear la farsa que creó? Y entonces lo averigüé: imitador en una varieté en calle Corrientes por más de quince años. Para alguien como el señor Nuero con tan distinguido talento, imitar la voz de su esposa con la que convivió durante más de diez años, debía ser una tarea extremadamente sencilla. Y lo fue. Entre las 15 y las 16, momento en que no había nadie en la casa, excepto su hijo Joaquín, que estaba encerrado en su mundo en su habitación, del otro lado del pasillo; tomó el revólver calibre 40 adaptado para disparar balas calibre 22, fue hasta la habitación de la señora Mabel Funes, abrió la puerta sigiloso, penetró en el interior, se acercó lo suficiente y le disparó. Salió y cerró la puerta con llave desde afuera, la única copia existente.
_ Pero, si mal no recuerdo, el señor Nuero alegó que existían dos copias de esa llave.
_ Otro engaño, capitán Riestra. Cuando llevó a cabo su actuación, que sus hijas se hicieron presentes cuando lo oyeron desde abajo desesperarse, fue hasta su cuarto para simular que tomaba la otra llave, pero en realidad abrió con la misma. Y la volvió a dejar en el mismo sitio donde su esposa la guardaba para aparentar que nunca había salido de allí. Pero lo cierto es que nunca hubo una segunda llave. Se trató de la misma todo el tiempo. Nosotros nunca vimos dos llaves de esa habitación.
_ Increíble.
_ Retomando con el relato de lo ocurrido, esperó hasta que estuvieran sus hijas y la señora Ordoñez presentes y montó la escena que ya sabemos. Lo que sigue es historia conocida.
_ ¿Y el móvil? ¿Por qué la mató?
_ El señor Jorge Nuero es un hombre abusivo y maltratador. Por eso, la señora Funes se aisló en otra habitación y por eso el hijo menor del matrimonio, el joven Joaquín Nuero, estaba afectado psicológicamente y se la pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su cuarto. La señorita Olivia me lo confirmó cuando me dijo que su madre no era la primera vez que no compartía la alcoba con el señor Nuero. Y cuando me puso al tanto del comportamiento de su hermano, entonces no tuve ninguna duda acerca de la culpabilidad del señor Nuero.
_ Estoy impresionado, Dortmund.
_ ¿Hay algo más que lo preocupe, capitán Riestra?
_ Sí. Acláreme eso de la doble sospecha que tenía. ¿Qué era?
_ Nada. Simplemente, un idea que se me ocurrió en el momento sólo para irritarlo… ¡Y usted resultó demasiado ingenuo!